domingo, 28 de enero de 2018

VIAJE DE OLIVIA M. STONE A LA ISLA DE EL HIERRO


VIAJE DE OLIVIA M. STONE A LA ISLA DE EL HIERRO

Presentamos una traducción del capitulo XI que hace referencia al viaje de Olivia Stone (1) a la isla de el Hierro desde la Gomera, a bordo de una goleta, en 1884. Este pasaje forma parte del libro “Tenerife y sus seis satélites” (Tenerife and his six satellites, Ed. 1887). Y que abarca sus viajes por todas las islas del archipiélago.

Hay muchos relatos acerca de la islas de esa época y anteriores, pero en cierta manera este es de los primeros en que el autor viaja expresamente para recorrer y describir las islas y plasmarlo en una especie de guía de viaje.

Añadí pequeños párrafos del capítulo IX y XI, cuando sale del puerto de Guía de Isora en Tenerife y llega a la Gomera, y cuando vuelve de el Hierro, porque me parecía interesante como tomó el barco y asi mismo como salió de la Gomera, y redondea un poco más el relato.

Olivia Stone sale de Tenerife (desde el puerto de Guía de Isora), la cual ya había recorrido, visitando los lugares más interesantes, para dirigirse a la Gomera, recalar allí un día, y seguir hacia El Hierro, para volver después a la Gomera y recorrerla más pausadamente.

Con un viaje programado de tres dias, desembarca en el Tamaduste, suben a Valverde y pernoctan en la casa del cura, para al día siguiente seguir hacia San Andres, mirador de las Playas, Pinar, Cruz de los Reyes y bajar hasta Sabinosa donde pernoctan en la iglesia para al día siguiente bajar al Pozo de Sabinosa y seguir hacia El Golfo y subir el Risco , pasar por el Mocanal y llegar de nuevo a Valverde, para posteriormente, a la mañana siguiente partir hacia El Puerto donde le esperaba la goleta.

Intentaré añadir imágenes y comentarios aclaratorios, pues siempre hay cosas curiosas que comentar, numeraré los enlaces a otra página para las notas. En cierta manera veremos las islas con los ojos de una viajera del siglo XIX, en plena época victoriana, en el apogeo del imperio británico y la segunda revolución industrial (*), ataviada a la última moda de Londres, con su barómetro, termómetro, cartas del almirantazgo, reloj de bolsillo y tienda de acampada, un poco pija en términos modernos pero valiente y decidida, a una parte de una España de finales del siglo XIX. Como anécdota añadir que tuve que reeditar el relato pues parece ser que hay dos versiones de esta obra, una resumida o más bien acortada que es la que conseguí yo y sacada el publico en un solo volumen y otra de dos volúmenes más completa y anterior a esta, a parte de que la versión que tenía le faltaban dos o tres páginas. Olivia Stone tuvo siempre la idea de volver a las islas.

             

CAPITULO IX

              GUIA-NUESTRO CAMPAMENTO JUNTO AL MAR.
Deciden plantar la tienda de campaña en una cueva, junto a la costa, pues al no estar seguros de cuando y como pasaría la goleta hacia la Gomera y estando incomodos en el alojamiento de Guia de Isora le pareció buena idea instalarse allí unos días antes.

------------------------------

…y toda la mañana la pasamos buscando el correo, como se le llama a la goleta(2). Al final, sobre el mediodía, vimos una vela en la distancia, pero tras esperar algún tiempo, nos dimos cuenta que el navío evidentemente iba directo a Gomera. Enviamos a Lorenzo (3) que preguntara a los pescadores el significado de esto, y nos dijeron, por primera vez, que el correo no siempre para aquí, que tenía que ser señalizado. Con alguna dificultad, les hicimos alzar una bandera -por cortesía- un pañuelo atado a una caña de pescar y plantada en una roca sobre las cabañas. Nosotros también izamos una toalla en otra caña de pescar en nuestro campamento. Al poco tiempo tuvimos la satisfacción de ver a la goleta virar hacia nosotros, y sobre las cuatro en punto enviaron un bote a tierra.
Campamento junto al mar. Guia de Isora
 

                                          

CAPITULO X.

                            GOMERA-SAN SEBASTIAN.

Esta mañana, contempla, el regio día ahora salta

El muro oriental de la tierra, espada en mano,

Revestido en una capa de luz meliflua

Como el rey que ha retomado su trono

El envuelve sus marchitos súbditos en alegría

Ese ascenso celebrado para mostrarle lealtad

Y gobierna con pompa el mundo universal

                                                                                          Joaquin Miller. 

Nuestra primera experiencia con las goletas de las islas pensamos que fue terrible. El precio extorsionador de ocho dólares (4) que se nos pidió, pero que finalmente dejamos en seis dólares, aún así, nos sentimos considerablemente compensados incluso a ese precio. Más tarde, volviendo atrás la mirada, vimos este barco en particular como el mejor en las islas.
………………………………..
El patrón (el oficial responsable, mitad piloto mitad sobrecargo) vino antes de llegar a Gomera, y dijo, “he oído que van para Hierro. Les llevaré si les apetece, esperándoles en Gomera tres días, y en Hierro cuatro, y trayéndolos de nuevo a la Orotava. Irán sin embargo a Hierro primero, y volverán a Gomera? . Le preguntamos si el esperaría cuatro días en Gomera y tres en Hierro, a lo cual accedió. Preguntando por cuanto, se nos pidió la moderada suma de sesenta dólares ¡. Así que dijimos, “No, gracias; es demasiado.” Esta conversación empezó sobre las seis en punto de la mañana, y a intervalos de media hora solía venir hasta nosotros, bajando el precio cada vez. Al final, tras anclar en San Sebastián, a las 8.30 a.m., nos ofreció hacerlo por cuarenta dólares, así que nos volvimos a Lorenzo, y dije, “Baja todo el equipaje a tierra. Pensamos que treinta dólares es suficiente, demasiado de hecho.” “Muy bien,” dijo él; “Lo haré por treinta dólares.”. Y no hay dudas de que él se pensó bien pagado, como en realidad lo fue, por lo que supimos más adelante.
.....................

              AFLOTE DE NUEVO.
             
 …………cenamos sobre las diez en punto, y nos llamaron para embarcar de nuevo sobre la una a.m. Don Salvador (5) nos acompañó hasta la playa, en donde pasamos por el mismo proceso que cuando desembarcamos, fuimos llevados hasta el bote, y llegamos a remos hasta la goleta. La naturaleza ha sido más amable con la Gomera en cuanto desembarcadero (6), que con Madeira, y aunque San Sebastián es desconocido,  Funchal esta lleno de ingleses.

Volvimos a nuestra litera, tal como estaba, y colocamos nuestras esterillas sobre los tablones, para hacerlas apenas un poco más mullidas, enrollando los abrigos para almohadas. Siendo pasajeros de primera clase, disfrutamos de la compañía del patrón y el resto de los marineros, además de unos cuantos jóvenes estudiantes  que habían estado en Tenerife . Una mujer y un niño, segunda clase supongo (7), viajaba en la bodega ¡Ella y yo éramos las únicas mujeres a bordo ¡. El niño estaba enfermo aparentemente de tuberculosis, pero fue enviado a Hierro para probar el efecto del manantial de aguas minerales en esa isla, se supone eficaz para todas las enfermedades.

                            CAPITULO XI

              HIERRO-VALVERDE-SABINOSA.

Droops the heavy-blossomed bower, hangs the heavy-fruited tree, Summer Isles of Eden lying in dark purples spheres of sea.

Se inclina el cenador cargado de flores, se inclinan lo arboles cargados de fruta, islas del verano del Eden yaciendo en las oscuras esferas purpuras de el mar.
                                                                                                                                   Horacio.

Septiembre 25, Martes. Estamos al fin en camino hacia el Hierro, esa terra incognita para el resto de habitantes del archipiélago. Hasta donde podemos estar seguros, ninguna persona de habla inglesa ha estado en la isla de Hierro desde los días de Colon (8). Incluso Glas (9), cuya descripción de otras islas aún es la más acertada, nunca visitó la isla él mismo, por tanto no tenemos el beneficio de su experiencia. Poco se conoce de Gomera, todavía menos de Hierro. Es porque con algo del sentimiento de los descubridores y pioneros que nos acercamos a la más occidental de la islas del archipiélago canario.
Cuando aparecimos en cubierta a las 6.30 a.m., descubrimos que estábamos pasando "Los Organos", un punto en el extremo norte de la isla de la Gomera, unas cuantos roques existen entre este punto y el de Bejira.
Por primera vez desde que llegamos al archipiélago, el cielo estaba más o menos cubierto con nubes de apariencia de lluvia. Sabemos, sin embargo, que en septiembre no caera lluvia. Navegábamos con una buena brisa, cerca de la costa, para tener un buena vista de los acantilados que compone la línea de la costa, parece no haber el más pequeño espacio donde el pie de un hombre pudiera descansar,las cimas cubiertas de nubes. La punta de Bejira es una salvaje, agreste punta que corre desde el interior y termina abruptamente en forma de precipicio en el mar. En cuanto empezamos a navegar hacia el oeste, no bordeando más la Gomera, tuvimos una buena vista del suroeste. El único signo de vida tanto en el mar como en tierra exceptuando nosotros mismos eran dos gaviotas alzándose sobre los límites de los acantilados. Un par de marineros sacaron algunas sepias o calamares y las cocinaron. Había oído que se hacia, pero ver es creer, nuestro informante en verdad no daba crédito.
Hasta el mediodía tuvimos una brisa, que nos llevó agradablemente. Había un vaivén regular, el oleaje del Atlántico, pero el mar no estaba agitado. El viento, sin embargo, desapareció, y aunque vimos una nubosa, indistinguible masa, que supuestamente era Hierro, a la una p.m., eran las cinco en punto cuando llegamos a alcanzar la isla. Un montón de marsopas y pájaros marinos de varias clases, entretuvo lo que se estaba convirtiendo en un tedioso viaje.
Una entretenida discusión surgió entre nosotros y el patrón. Descubrimos que navegaba directo hacia el oeste desde la Gomera así que le preguntamos porque lo hacia. El dijo porque el Hierro esta hacia el Oeste, nosotros dijimos que el Hierro esta al suroeste. El patrón sacudió su cabeza lamentando nuestra ignorancia y obstinación. No había compas a bordo, los marineros simplemente navegaban hacia el Oeste vagamente hasta tener el Hierro a la vista, cuando entonces se dirigía a esta casi en línea recta. El resultado de este procedimiento es que fuimos demasiado al norte del Hierro y vimos los roques de Salmor , pareciendo exactamente como un gran barco a plena vela, y más allá, a la derecha Punta de la Dehesa. Hacia la izquierda La Caleta, una punta baja al este de la isla, era el objeto más prominente. Es rápidamente entendible por el hecho de poder ver todas estas puntas, que nuestro rumbo tuvo haber sido hacia el oeste todo recto desde Vejira en la Gomera, como los marineros dijeron que debía ser la ruta, y que tan pronto como avistamos tierra nuestro rumbo se cambió a uno casi totalmente hacia el sur.
No disfruté particularmente del oleaje largo en una pequeña goleta, y estaba bastante contenta cuando, a las cinco en punto, se determinó que desembarcaríamos en El Rio (10). Este punto es una profunda hondonada o cala corriendo tierra adentro, protegida a ambos lados por rocas. Cerca de la boca de la cala hay una barra, y como la marea era baja, no pudimos adentrarnos en la pequeña bahía. El nombre de El rio por supuesto implica un rio. Al presente no hay la mínima señal de uno, pero sin duda habría un torrente de montaña en invierno.
              JORNADA FATIGOSA
Nuestro bote bogó a lo largo de una roca que encaraba al mar en la parte de la barra, pero, debido al oleaje, no pudo acercarse a varios pies de la roca.
Un par de hombres saltaron a tierra y con su ayuda saltamos nosotros también, llegando, equipaje y todo, sin zambullirnos. Escalando y saltando entre las rocas alcanzamos la costa. Aquí, en una posición protegida, hay unas cuantas cabañas y botes de pesca. Colinas, negras de lava, las cierra por todas partes. Por supuesto, no habían caballos a la vista, por tanto, dejando nuestro equipaje con Lorenzo para que lo cuidase, empezamos a caminar junto al patrón hacia Valverde. Un matorral crece abundantemente donde desembarcamos, llamado carcosa y vinagreda (rumex lunaria) por los nativos, quienes no están muy seguros de cuál es su nombre. Este es un arbusto de forma redondeada, con hojas duras y lampiñas, los solitarios grupos que tienen varios pies de altura. Salpicadas aquí y allá por toda la pendiente, le da un aire distintivo al paisaje. El ganado pace y les gusta sus hojas. Un sendero en zigzag lleva a una colina formada de ceniza a la izquierda (11). El ascenso fue fatigoso, especialmente ya que no habíamos comido desde la mañana. Nuestro desayuno consistió entonces en pescado, papas dulces, y una mezcla oleosa a manera de salsa. El hambre es buena salsa, así que nos apañamos una copiosa comida, salsa y todo. Habiendo alcanzado los 650 pies de altitud, descansamos por varios minutos, y empezamos de nuevo. Otro descanso a los 1.150 pies; a los 1.600 pies, encontramos el camino directo a Valverde, situada en la cima de la isla.
Uno se aproxima a Hierro de muy diferentes maneras desde las otras islas. Todos sus lados son acantilados. No hay sino poca costa, y esta está rodeada por precipicios. Consecuentemente las ciudades y pueblos están en una llanura en medio de la isla. Valverde, la ciudad principal, un conjunto de unas pocas casas, mereciendo más el nombre de villa, está a cuatro millas y media de su puerto y a un par de millas de El Rio, el ascenso en cada caso es abrupto.
El patrón intentó persuadirnos de establecernos por la noche en una casa que él recomendaba. Sin embargo, el sacerdote de Hierro nos había ofrecido amablemente su casa y hospitalidad cuando lo encontramos en la Laguna, donde había ido a consultar al médico, no habiendo ninguno en su isla. Caminando a través de la pequeña y limpia ciudad a últimas horas de la tarde, fuimos el objeto de mucha curiosidad para los habitantes, para quienes los extranjeros son desconocidos. Al patrón se le preguntaba constantemente si éramos franceses, siendo los últimos visitantes de la isla franceses, y no siendo los ingleses vistos antes. Llegamos a la casa del cura a las 6.45 p.m., para encontrarnos que no había vuelto de Tenerife, y que su ama de llaves era totalmente ignorante de nuestra presencia y de la valiosa promesa de hospitalidad del padre. No hace falta decir que en Hierro no hay posada de ninguna clase, por tanto no podíamos marcharnos e ir a cualquier otra parte. La buena mujer sabía esto también, así que nos invitó a entrar, y nos daría lo que pudiera. Mientras tanto un caballo había sido pedido y despachado para nuestro equipaje. Esperando su llegada, se nos ofreció una cena, tal como podía ser en el momento de nuestra llegada. Fuimos alojados en la habitación del cura, creo, que un muy confortable departamento, aunque la cama era comedida, por supuesto, pero de tres pies de ancho. La sala se abría ante esta. Las paredes eran más de dos pies de espesor, así que el frescor estaba asegurado. Como en casi todas las casas españolas, ningún medio para le higiene existe en el cuarto de estar, siendo una costumbre general tener un cuarto solo para el baño, donde todo el mundo va para este propósito (12).
Tras el ajetreo de la goleta, dormimos lujuriosamente hasta la siete en punto de la mañana siguiente, aunque tuviéramos la intención de salir tan pronto como fuera posible para El Pinar. Esperando la llegada de nuestras dos mulas y un caballo, observamos el aspecto  curioso de la iglesia, justo debajo de la casa del cura. Esta tiene una torre baja, con una cúpula como la de las mezquitas, cuyos lados están pintados con un azul vivo y rojo ladrillo en franjas. Un balcón de madera recorre la torre alrededor debajo del reloj.
Iglesia de Valverde

Más allá y alrededor esta la villa de Valverde situada en un semicírculo de colinas, con las casas serpenteando y subiendo arriba y  abajo de ellas. Las casas no están alineadas sino esparcidas. Nunca más de cuatro están juntas. Algunas tienen techos planos, y otras el usual techo a dos aguas de tejas rojas. Los muros son encalados, las contraventanas de madera, como una regla, sin pintar. Una gran cantidad de vegetación esta agradablemente mezclada con las casas. Hacia el  sur- este el valle desciende hasta el mar, la mayoría de las casas están orientadas de esta manera; hacia el noroeste una colina redondeada tapa la vista, y protege la villa por ese lado. Una pequeña plaza, en donde la casa del cura termina, existe, frente a la iglesia, la cual está a 1.750 pies sobre el nivel del mar. Desde la siete de esta mañana, la plaza se llena gradualmente con gente, ansiosos por vernos, la hora de nuestra salida es fácilmente confirmada por los arrieros.
Hierro no tiene residentes ricos. La casa del cura es, de  hecho, la única de cierto tamaño y acomodo, el resto de las viviendas son la de los paisanos. La isla carece absolutamente de carretera de ninguna clase, y consecuentemente de vehículos rodados. Un buen camino ancho y pavimentado nos conduce fuera de la villa en el lado opuesto por el cual entramos. El pavimento pronto termina, y tenemos un sendero transitado, agradable y suave para los pies de los caballos. El sendero serpentea entre y a lo largo de las ondulaciones de las colinas. En la cima de una de éstas, una cortada o pendiente mira hacia abajo, hacia la Caldera (13), la cual es perfectamente plana, y  cultivada en su fondo. Grupos de conglomerados de piedra picón, moldeadas en formas fantásticas, como restos druídicos están alrededor y debajo. Donde estamos, a 2.350 pies de altitud, las rocas son basalto marrón-grisáceas. La pared sur de la Caldera es más baja que el resto. Que nosotros atravesáramos tantas de estas hoyas o cráteres, las cuales apuntan, fuera de toda discusión, a un origen volcánico de las islas, ni lo podíamos haber imaginado.
Dos grandes estanques de agua invitaban a los animales a beber. Son formados por la lluvia en invierno, y estando a 3000 pies a nivel del mar, no se evaporan completamente. El agua es turbia, es verdad, pero aún así es agua. Cientos de pájaros, los canarios en particular, vuelan en bandada hacia estos estanques, casi indiferentes a nuestra presencia. Seguimos ahora un sendero llano entre las cimas de las colinas. Constantemente pasamos estanques para el agua de lluvia, una necesidad aquí, alrededor de los cuales los pájaros se congregan. Los nativos de Hierro al tiempo de la conquista se dice usaban cisternas, como ya se sabe. La palabra Hero, o Herro, por las cuales ellos llamaron a esta isla, algunos dicen, significa cisterna. Los conquistadores españoles, no entendiendo la palabra, la cambiaron a lo que por su sonido se supone significa, es decir, hierro. Para su mentalidad no había nada improbable en esto, ya que imaginaron que el hierro había sido encontrado en la isla, pero estaban equivocados. Los franceses en la expedición similarmente malinterpretaron la palabra nativa, y así mal nombraron la isla Fer-hierro- mientras que los portugueses la llamaron Ferro, desde la misma interpretación. Los franceses todavía hablan de isla como ile de Fer. Se verá que Ferro no tiene ni rima ni razón para su uso, y es al presente desconocido por los nativos.
A las 10.30 a.m. pasamos una iglesia y unas pocas casas, que vimos constituyen San Andrés (3.050 pies) la iglesia parece muy pobre, siendo literalmente un cobertizo y un campanario. El camino, nos lleva por un limpio y ondulante terreno, desprovisto de vegetación, salvo papas ocasionalmente, que están normalmente confinadas entre muros de piedra suelta. Hay una agradable brisa fresca, y el cielo esta nuboso. Nuestros animales son toscos y poco entrenados en cualquier aspecto. Nunca han sido requeridos para la vida civilizada, y donde no hay demanda no hay provisión.
Las cajas de yesca (14) son usadas aún para encender un fuego, y fue con mucho interés que  observé a un hombre encender su pipa como nuestros abuelos solían hacer.
El suelo es como tierra apelmazada, y donde pises esta se convierte en varias pulgadas de polvo. A veces el camino o más bien sendero, pasa por sitios que parecen cortadas.
Una pequeña flor amarilla, que atrajo nuestra atención, era nueva para nosotros. Los arrieros la llamaban gurman (15)(Calendula arvensis), o algo similar, pero los herreños son muy difíciles de entender, ellos hablan con mucho acento. Mariposas blancas, de alguna manera como las de casa, revolotean alrededor, y el páramo, a 3.500 pies de altura, se parecía al de casa también. Un poco más allá, y vemos algunos árboles en una colina cónica, lo cual era bastante refrescante para los ojos. Pinos, verde-plateado en tono, y un matorral el cual los guías llamaban masilba (16), que parecían en la distancia como arbustos de boj o buxus, componían el monte. El Brezo (erica arbórea), un gran arbusto, el cual haría una buena escoba, crece en los márgenes. Al lado del sendero crece una elegante planta herbácea, que había florecido ya, Sonchus leptocephalus.
              UN MAGNIFICO ESPECTACULO
Los pinos tenían una extraña y contorsionada forma, y estaban confundidos con el suelo. Ellos no estaban, siento decirlo¡ juntos, formando un denso bosque, sino espaciados de manera que un árbol apenas proyectaba sombra sobre otro. Esta destrucción debe ser desde la conquista, porque los cronistas de Bethencourt hablan de “grandes bosques de pino y laurel”.
Ahora dejamos el camino principal para ver Las Playas, una de las características de Hierro. La isla tiene tres lados, y en dos de los lados están estos curiosos precipicios ¡
Siendo el terreno entre ellos una altiplanicie. Abrazando un pino con un brazo me incliné hacia el precipicio, porque el borde en sí mismo es poco seguro. Es tan abrupto, que, excepto en un lugar, no hay donde pisar, aunque pinos aislados crecen desde la cima hasta el fondo donde quiera que haya un saliente de tierra. Estando aquí, nos encontramos en un lado de una bahía ligeramente curva, cuya parte opuesta es un precipicio de roca de 3000 pies de alto. Que el precipicio no es absolutamente perpendicular lo sabemos por el hecho de que los pinos crecen en grietas y repisas, pero en toda apariencia es un precipicio. Una línea blanca de olas rompe a lo largo de la playa de arena detrás de la cual hay un muy estrecho pedazo de litoral, en realidad no más que una frontera marina, la playa se dispone en ondulantes curvas. Es solo en nuestro lado, la parte sur, que crecen los pinos; el otro lado es probablemente demasiado escarpado. La orchilla (17) se recoge en esos acantilados. Los paisanos, a pesar de los accidentes ocurren a veces, todavía se cuelgan por medio de cuerdas. El centro de la cresta alrededor de la bahía, alzándose sobre unos 3.500 pies, desciende en cada extremo hacia el mar, hasta solo unos 1000 pies del agua. La vista nos parece ciertamente una de las mejores en las islas, ya que estamos en la cima de esa enorme pared y miramos abajo hacia la pequeña llanura que protege, viendo las olas romper, mientras estamos lejos de su estruendo, y observando los pájaros como se elevan en el espacio. La limpieza de la atmosfera nos permite ver objetos claramente, aunque minimizados en tamaño, como a través de un cristal.
Volviendo, dejamos el refugio de los pinos, y retomamos nuestros pasos a través del mantillo marrón hacia el camino. Los oscuros techados de paja de El Pinar pronto saltan a la vista. Alguna oveja y vacas en las pendientes muestran que hay mucho pasto por aquí. La lana de las ovejas es lisa y amarillo claro, con una apariencia oleosa.
El Puerto de Naos, el mejor puerto en la isla, donde Bethencourt desembarcó tras la conquista de la Gomera, se puede ver desde aquí.
Dejando El Pinar en dirección norte, subimos atravesando pinos dispersos, con la cebada creciendo a su alrededor. Muchos de los pinos fueron quemados, en esa terriblemente deliberada y destructiva manera que es tan lamentablemente característica. A las 2.15 p.m. estábamos a 3000 pies, siendo el ascenso suave y a través de un bosque de pinos. Que encanto hay en los pinos! Ellos nos alivian, sin ser sombríos. Sus hojas aunque dejen pasar  luz y calor, todavía atemperan a ambos. Largas vistas de troncos de pinos nos da un sentimiento de espacio, no de sofoco, como con el follaje ordinario  y la maleza, porque nada crece debajo de un pino.
Trescientos cincuenta pies más arriba hay un claro en los pinos y un pequeño montículo. Esto nos da una magnífica vista a nuestra izquierda hacia el norte, sobre planicies y colinas en forma de cono, todo marrón y cubierto de pinos, que se elevan alto y más alto hasta que coronan cada cono. Donde pisamos está cubierto con pasto y brezal, todo marrón ahora, ya que es Septiembre. Me hubiera gustado viajar a Hierro en Mayo.
Sobre las 3 p.m. nos alegró hacer un alto para descanso y comida, ya que el ascenso más adelante era más pronunciado. Una grieta en el terreno, como un barranco miniatura, nos ofreció un placentero refugio del sol. Casi debajo del alto promontorio.
              LA CIMA DE MAL PASO
 y apartado del sendero, visto desde el camino, había una pequeña choza, construida de piedra suelta. Fotografiamos la choza y dos personas de aspecto pintoresco, que llevaban gorros azul oscuro, con picos abatidos hacia un lado. La esquina de la pequeña quebrada en la cual tuvimos nuestro almuerzo albergaba un encantador helecho, y una especie de musgo amarillo que parecía pelo. Hacia el sur hay colinas, apenas cubiertas con pinos, mientras sobre nosotros, a nuestra izquierda está Mal Paso. La choza está a 3.650 pies sobre el mar, una altitud en la cual uno encuentra un agradable clima en estas islas.
 


Tras media hora de descanso montamos y continuamos camino. Hay muchas fisuras curiosas, en las cuales los árboles crecen lujuriosamente. Una cruz a nuestra derecha, llamada Los Reyes, sirve como guía exacta para la altura, la cual nuestro aneroide da como unos 3.900 pies. El nombre suena a antiguo, pero encontré difícil incluso conjeturar su origen.
Todavía ascendiendo, atravesamos una extensión de fina lava negra, como ceniza, en la cual los caballos se hunden. De nuevo un trecho de montaña cubierta de brezo, floreciendo con flores blancas, llamada por nuestros guías ortelanilla (cedronella canariensis). Golondrinas van y vienen mientras alcanzamos la cima de Mal Paso (4.400 pies). Nos dijeron que estábamos en el punto más alto de la isla, pero no fue posible verlo, debido a la niebla que se arremolinaba en la cima del precipicio, en cuyo margen estábamos, mirando hacia abajo hacia donde El Golfo debía estar. Las cartas del almirantazgo (*) dan dos puntos más altos en la misma estribación, lo que no es correcto según Fritsch (18). La niebla no estaba en la parte sur en absoluto. Esta se abría y cerraba y discurría a lo largo del borde del precipicio, justo a nivel de la cima, y tentadoramente nos impide tener lo que debía de ser una buena vista. El sendero que seguimos, por propia elección, ya que camino no había ninguno, nos lleva sobre lava suelta, llena de hoyos, en los cuales las patas de los caballos se hunden.
Tras cabalgar a lo largo de la cresta de la montaña cierta distancia, cambiamos el rumbo, torciendo a la derecha descendiendo por lo que era realmente un camino, aunque empinado y de ceniza suelta, hasta que alcanzamos una depresión en las laderas (3.845 pies), a los pies de Taganasoja. Esto es el cono de una montaña, situada cerca de la estribación principal. Nuestro sendero nos lleva entre montañas. Enormes brezos, como árboles en tamaño, crecen a cada lado y alrededor de nosotros. El descenso desde este punto hasta Sabinosa fue el trayecto más encantador de los que disfrutamos en las islas. Fue un perpetuo regalo de verde, un banquete para los ojos, con toda la lujuria de un clima tropical, y el verdor de un clima templado. El sendero serpenteaba dentro fuera de un bosque (3.400 pies) de gigantescos brezos, la maleza era espesa y lujuriosa, pies de liebre y otros helechos creciendo en una profusión salvaje,, mientras helechos, musgos y líquenes, todo de lo más verde, recordaba a una misma a la isla Emerald (19). Unas especies de laurel eran también abundantes, y de gran crecimiento; frecuentemente parábamos nuestros animales y recogíamos grosellas de las zarzamoras, y esto a una altura de solo 2.650 pies. Encontramos una mata, que nuestro arriero llamaba tomillo salvaje, recordándonos el tomillo salvaje nuestro. Resulto tras investigar ser la planta labiada Micromeria lasiophylla.
Durazneros y manzaneros crecen 2.400 pies sobre el nivel del mar. Estábamos entonces a medio camino del sendero que serpenteaba a lo largo de la ladera. Ocasionales bancales de terreno un poco más nivelado estaban cultivados. Amapolas, brillantes y llamativas, nos recordaba Inglaterra, 2.100 pies arriba, No había muchos árboles aquí, sino matorrales y maleza. El monte estaba simplemente ocupado con
                            RICHELIEU Y HIERRO
helechos, brezos y flores salvajes. Una roca o gran piedra estaba apuntada a especia de marca, y le llamaban Piedra del Rey. Estas constantes referencias a reyes son bastante desconcertantes. Quizá una de las casas guanches antiguamente estuvo aquí.
Era ahora las 5.50 p.m., y cuando estábamos a la altura de 2.050 pies, la Punta de la Dehesa irrumpió a la vista en la distancia. Sabinosa se extiende a nuestros pies, colgada en una protuberancia en un lado de la montaña, realmente en el lugar de un viejo cráter. Esta sobre el mar, y un poco tierra adentro. Un pequeño, estrecho, y nivelado llano se extiende debajo de esta. Y más allá, adentrándose en al mar, está la Punta de la Dehesa, famosa por ser el punto por el cual Richelieu decidió que el primer meridiano debería pasar, como la más occidental tierra conocida.
Estaba oscureciendo. Teníamos la tienda con nosotros, pero parecía no haber lugar donde instalarla, y no teníamos tiempo de buscar un lugar apropiado de acampada antes de la caída de la noche. Preguntamos por tanto a los habitantes curiosos que se habían acercado alrededor nuestro si habría alguna habitación libre en algún sitio. "No, ninguna de ninguna clase".  Estábamos pues perdidos, pero Lorenzo se hizo cargo, y tras indagar y preguntar a varias personas, finalmente apareció con una llave y nos hizo señas de que le siguiéramos, así lo hicimos, y, para nuestra sorpresa, nos encontramos en la iglesia. Dijimos que no podíamos dormir allí, a la gente no le gustaría, etc., pero él dijo que no les importaría, y además, que como había servicio tan sólo una vez cada tres semanas, el pan sacramental, "la Ostia" no estaba en el tabernáculo. Una pequeña plaza rodeaba la iglesia, en la cual prácticamente acampamos. Reclutamos medio pueblo para que nos proveyera de lo que necesitábamos en pocos minutos. Uno trajo agua, otro leña, un tercero carbón, alguien más pan, leche y huevos. Una buena mujer nos trajo dos jergones para descansar en ellos. No estábamos muy deseosos de cogerlos, pensando que dormiríamos mejor en nuestras alfombrillas, pero ella y Lorenzo nos aseguraron que estaban muy limpias "muy limpio", así que no podíamos rechazarlos sin herir sus sentimientos. Para entonces la cafetera estaba hirviendo, y nos agradó tener algo que comer. Dimos a la gente café después que hubieran comido su gofio, por lo cual estaban muy agradecidos. Les pasamos el azúcar con el fin de que se sirvieran ellos mismos, pero Lorenzo, cosa que nos hizo gracia, cuidadosamente les dio un cucharada a cada uno. Supongo que hubieran acabado con el azúcar si los hubiéramos dejado, ya que he visto frecuentemente los españoles llenar sus tazas mas de la mitad con el azúcar. Ya que el azúcar es más bien un articulo caro en la islas, Lorenzo, gran compañero, pensó que miraba tras nuestros intereses.
Los jergones los colocamos cerca de la puerta oeste de la iglesia, no queriendo estar cerca del altar. No deberíamos habernos preocupado tanto acerca de los sentimientos de los habitantes, porque para nuestro asombro, vimos a los arrieros habilitar su aposentos en el presbiterio, tumbándose ellos sobre dos asientos que estaban en las escaleras¡ . Antes de ir a dormir Lorenzo trajo cada articulo que poseíamos, cacerola y cafetera incluida, y las puso en un rincón. Creo que era una precaución innecesaria siendo los Herreños tan honesto como los Babilones *, pero hay gran cantidad de rivalidad y celos entre los habitantes de las islas, y sin duda Lorenzo se pensaba el y su isla muy superior al resto del archipiélago en cuanto a honestidad y civilización. El su tumbó a medio camino entre nosotros y los otros hombres, bien si por ese sentimiento de superioridad o con el fin de guardarnos no lo sé. Nos acostamos con inquietud, no sabiendo que es lo que los jergones pudieran contener. Pero nuestros miedos eran infundados, resultaron estar "muy limpios". Sin embargo nuestro descanso fue muy discontinuo, el iglesia, un edificio de piedra, nos daba la sensación de frio, y los hombre roncando valientemente: así por varias causas, dormimos malamente, y estábamos bastantes contentos de levantarnos a las 6.30.
Mientras desayunaba, John tomo algunas fotos de nuestro lugar de descanso. Un cordero estaba pastando en una esquina del patio de la iglesia. Y unos cuantos de nuestros amigos de la pasada noche estaban por los alrededores. La propietaria de los jergones vino a por ellos, y realmente no aceptaría ningún dinero aunque hicimos lo que pudimos. Tenía su pequeño hijo con ella, así que le dimos algo a el. El pobre niño era sordomudo. Una vieja mujer nos trajo algo de miel, la cual pusimos en una botella. Estábamos contentos de haberla comprado, ya que el Hierro es famoso por su miel tanto hoy como en los tiempos de la conquista.
Iglesia Sabinosa

 
septiembre 27, Miércoles.- Habiendo como siempre hecho mi parte en la recogida de los enseres esta mañana-es decir, la cantina-y encontrándome con las manos sucias, pedí a una mujer que estaba cerca algo de agua. Ella cumplió en seguida, trayéndola en una ensaladera, un poco más grande que un plato de maceta en Santiago, Tenerife. Dejando a los hombre que terminaran de empacar, empezamos a bajar a las 8.30 a.m. la colina hacia las aguas minerales, que están cerca del mar. Un sendero de lava de ceniza negra lleva al pozo, que esta rodeado de cuatro piedras planas, formando un cuadrado de dos pies de alto. Cinco pies más atrás hay un asiento de piedra, cuyos escalones llevan hacia el pozo. Un pequeño acantilado se alza sobre y detrás del pozo, escondiendo el pozo enteramente desde el lado de tierra y permitiendo una agradable sombra. Justo ahora un buey, una vaca y un ternero se refugian en la oquedad de las paredes del acantilado, y despreocupadamente cambiando las moscas de sus costados. Un hombre con pantalones caseros y gorro y una buen parcheada camisa hace bajar una vieja y herrumbrienta lata, con una cuerda atada, para el agua, que es la que bebimos. Estaba algo tibia, y tenia algo de sabor a azufre. Medimos, y descubrimos que la profundidad era de unos treinta y cuatro pies hasta la superficie del agua.
El hecho curioso acerca del pozo es que esta por debajo del nivel del mar.  La Punta de la Dehesa, famoso por el meridiano, constituye un sorprendente e interesante objecto desde el Pozo. Un poco más arriba hay alguna cabañas, donde algunos que vienen por los baños o a beber el agua viven cuando se quedan aquí. Se dice que son buena para enfermedades de la piel. El hombre que sacó el agua llevaba una pértiga, o lanza, con la cual brincaba y saltaba mientras camina, no preocupándose de mantenerse en el camino e yendo muchas veces sobre las rocas.
Dejando el spa, retomamos el mismo sendero, hasta que a uso cuando cientos de pies más arriba nos encontramos con los caballos de montar y los arrieros, y una vez más montamos, a las 9.25 a.m. El sendero discurría a lo largo de la colina, a unos 750 o 850 pies a nivel del mar, donde las rocas terminan y empiezan la tierra cultivada. cantidades de matorral grisáceo con pequeñas flores naranjas crecen aquí. Los nativos la llaman irama; esta es realmente la schizogyne argéntea. El promontorio de los Roques de Salmor destaca en la distancia como un gigantesco centinela de conglomerado de lava descansando sobre lo escabroso de las rocas, el mar azul por todos lados. Las rocas forman la punta mas al norte de el Golfo. La tierra áspera sobre la que pasamos tiene de forma dispersa higueras y euforbias; ocasionalmente se entremezclan -alimento y veneno. Una piedra lanzada al talla de la euphorbia hará brotar la savia blanca la cual es un veneno mortal. Otra plantas salvajes crecen a intervalos en este áspero terreno a intervalos. Un poco por encima de nosotros el terreno está en terrazas, y el terreno llano que se obtiene es cultivado con cebada y otros granos. Nos sorprende el número de vacas, el cual en proporción al tamaño de la isla y su población, es grande. Esto prueba que hay pasto asequible, y pasto significa suficiente lluvia. La carencia de agua es la única dificultad con la que se encuentra el cultivo en el archipiélago, si los herreños fueran previsores en cuanto a los árboles, podrían cultivar cualquier cosa. Ascendiendo un poco encontramos nuestra mula del equipaje, que venía directamente desde Sabinosa. La cámara que hemos estado llevando fue transferida a esta, y arrancamos de nuevo. Una buena extensión de bahía es este litoral con las montañas y precipicios del Golfo detrás.
Vemos los precipicios del Golfo. La ladera hacia el mar abrupto desde el pie de los acantilados a lo largo del cual bordeamos medio camino. Es difícil adivinar la distancia desde los acantilados hasta el mar, pero probablemente de una milla a tres daría una idea del tamaño. Ocasionalmente pasamos prensas para la uva, e higos secandose por miles; lo último es un fármaco en el mercado del Hierro, hablando figurativamente, porque Hierro no es culpable de tener un mercado. Que higos, deliciosos, maduros, sabrosos!.
Son tan apreciados por los habitantes de otras islas que ocasional y especialmente sólo unos pocos se pueden conseguir. Crecen salvajes, así que nos procurábamos unos cuantos, alargándonos un poco sobre las sillas de montar conforme pasábamos al lado.  Los higos se pudren sobre los campos en cantidades considerables, se secan sobre los muros y los techos de las casas por miles, y aun así no hay comercio de ellos entre el Hierro y cualquier otra parte.
Si los herreños, que son tan pobres, que harían cualquier cosa por conseguir un poco de dinero, supieran como preparar los higos para el mercado inglés, pronto rivalizarían y sobrepasarían aquellos de Esmirna en el favor del público. Esos que tenemos en Inglaterra no son ni comparables con estos, pero por supuesto ellos son secados y prensados en la manera ortodoxa.
Cantidades de cuervos vuelan, y bandadas de pájaros canarios, los que son verdes no los amarillos de la civilización, se alzan y toman vuelo sólo para posarse un poco más alla.
Nos encontramos con una mujer con un cesto de madera sobre su cabeza y llevando otro de higos de los cuales nos dio unos cuantos sin pedirlos, con una sonrisa radiante.
El dia estaba de nuevo nublado, no abrumadoramente caluroso, y nos parecía bastante agradable después del sur de Tenerife. Nos parecía maravillos ver los helechos creciendo entre las lavas donde ninguna otra cosa podría crecer.
Los hombres solían pedir a los caballos que siguieran con un par de palabras dichas tan guturalmente, que fue tiempo después que pude descubrir que las palabras eran "go on horse", ("anda caballo"). Ellos varían el acento según la exigencia del caso. Si un esfuerzo especial fuera necesario, ellos lo pronunciarían así: an--da, caballoo, o "mule" (mulo), como fuera el caso, o si el animal hizo algo que no debería haber hecho, la palabra se pronunciaría, con una expresión de apenada sorpresa "ca-baa-llo".
Un pequeño racimo de casas llamado Jaralejos marca el punto donde empieza el camino a descender desde aquí hasta los Llanillos. Esta parte es escasamente poblada; de hecho, no hay casas en absoluto hasta cierta distancia. Más adelante llegamos a una casa y un lagar; y como los hombres estaban pisoteando las uvas, nos paramos a un lado para ver la operación. Un gran cuadrado de madera como una especie de tanque, a pocos pies del suelo, con una cubierta para proteger del sol, estaba medio lleno de uvas. Tres hombre con los pantalones recogidos hasta las rodillas, el producto saliendo de tubos de madera hacia tinajas puesta para recoger.
Llegamos a una pequeña plaza y a una cruz rota. Muchas de estas cruces en cualquier sitio rompen la monotonía de los caminos. Ellas son erigidas por las causas más triviales, un cuerpo que reposó allí en su camino al entierro es la causa más frecuente. Todas las casas, o más bien, casas de campo y cabañas, creo que no vi casas de dos pisos excepto en Valverde, tienen cantidad de higos, tomates, y pimientos secándose fuera de ellas en la parte superior de los muros, o cualquier sitio que este soleado. Alcanzamos Llanillos, consistiendo solo de unas cuantas casas, a las 11.30 (800 pies), sin entretenernos ahí. Media hora de viaje desde los Llanillos, un arbusto llamado sabina (Juniperus Phoenicea) apuntaba hacia nosotros, creciendo desde una roca. Esto es considerado una marca, y una curiosidad a los ojos de los nativos. Vimos también una especie de arbusto-árbol, como un laburnum, llamado tagasaste, del cual vamos a tener más experiencia más tarde. Una planta llamada por el guía duranillo, era la phitolaca americana. El Golfo es más o menos arbolado, lo que da un efecto encantador al paisaje.
                            “EL PEOR CAMINO DE LAS ISLAS”
Famoso como Hierro es por sus árboles de todas clases, hubo uno en tiempos pasados que alcanzo tanta celebridad que fue llamado el “árbol santo”. Sus virtudes habían sido mencionadas por Thomas Herbert (20) de lo que había oído, y muchos mitos se recogen alrededor de esto. Este podía, así se afirma, producir o destilar agua de sus hojas. Galindo, en su historia de la conquista, escrito en 1632, da cuenta del árbol, el cual había visto antes de que sucumbiera.
Encontramos a un hombre evidentemente en traje de domingo. El material era una especie de "tweed" marrón, casero, tejido en casa; la chaqueta era corta, y las mangas abiertas en la muñeca; llevaba un sombrero negro de paja, con forma de sobrero marinero, que tenía que ser el toque de moda moderna encima del traje casero.
Vinos, centeno, cochinilla son las principales ocupaciones del terreno; también hay una buena cantidad de pasto. A las 12.30 p.m. alcanzamos Tigadaye (750 pies), y fuimos transportados de repente a la tierra de los Cuento de Hadas viendo numerosas mujeres con husos, hilando conforme caminaban o se sentaban, sombreros negros de ala baja no disminuía el efecto. Me sentí como si fuera impulsada a pinchar mi dedo y de esta manera dormir unos miles de años o así. Como quiera que fuera, las dejamos seguros, sin ser embrujados, lo dijo por mi misma.
Una venta, la primera que habíamos visto, sugirió hora de almorzar. No había vino para ofrecer; pero algo de pan y queso que felizmente salió de algún sitio, nos las arreglamos para tener un pequeño almuerzo. Estábamos ahora cerca del extremo noreste de El Golfo, y casi debajo de los acantilados en ese extremo. Las nubes se fueron, y sacamos una fotografía del Risco. Según nos acercábamos a este lado del Golfo, pregunte al guía hacia donde iríamos entonces, ya que no había aparentemente sendero, salida. El apuntó hacia el acantilado frente a nosotros. No podíamos ver más que un precipicio, y así se lo dije. El persistió en señalarnos lo que él llamaba un sendero, y, con mucha dificultad, nosotros al final discernimos un trazo en zigzag, como una vena en la roca, subiendo por la cara del precipicio “Es el peor camino en las islas”, ellos nos dijeron, y verdaderamente en algunos aspectos tenían razón. Unas cuantas personas permencían alrededor nuestro mientras sacábamos fotos y comíamos el almuerzo. Un hombre grande, de unos 1,80. de alto, permanece delante de mi mientras escribo estas notas, esta solo a una yarda de lejos, y esta muy interesado en mi papel, lápiz, caligrafía. Tienen gran rubor la gente de este valle. Un poco a la derecha y sobre nosotros, hay un roja y cónica colina, en la cual, cerca de su cumbre, esta colgada la iglesia de Candelaria, con una pocas casas alrededor. Dejamos la venta a la una en punto, seguimos cabalgando llenos de fe pero preguntándonos hacia donde yendo. Atravesamos algunas aldeas o grupo de chozas: Belgara a nuestra derecha, después Los Palos y finalmente Guinea, la últimas está inmediatamente debajo del acantilado. Una hora a caballo, nos trajo al pie del Risco, y empezamos el ascenso. El sendero, variando en anchura de tres a seis pies, es cortado y dinamitado del mismo precipicio. En partes es construido, en otros esculpido de la roca. Esta pavimentado con piedras de forma oblonga, y colocadas de manera que el borde superior de cada piedra está ligeramente alzada sobre el borde inferior de la piedra de en frente. Esto permite un sitio de agarre para las herraduras de los caballos, que suben y bajan, y le previene de resbalar desde arriba hasta el fondo, como podría pasar rápidamente. Subiendo este desigualmente pavimentado camino nos parece a la fuerza estar subiendo una pared inclinada. Las vueltas eran frecuentes y cerradas. A veces en las curvas había sido tallado un mayor espacio, para que, al encontrase con otros, uno tuviera espacio para pasar, porque era poco seguro o posible hacerlo en el mismo camino. Nosotros, por supuesto, ascendíamos en fila de uno. Parte del tiempo fui delante. Cuando subimos al caballo en la venta, yo cabalgue de lado, pero entes de que empezáramos a subir el Risco, Lorenzo vino y me rogó que montara hacia el otro lado, ya que esta no era segura, El sacó los estribos de los pies para que pudiera liberarme yo misma en el caso de que el caballo cayera, y, a pesar de todas estas precauciones, estas parecían escasas. Mi caballo tenía la infeliz virtud de caminar justo en el mismísimo borde, y como, excepto en pocos intervalos, no había ni siquiera un piedra para proteger el margen, una no podía sorprenderse en la intranquilidad de Lorenzo por mi seguridad. Me dio instrucciones cuidadosamente como que si un caballo resbalaba, en cualquier lado que hubiera terreno, tenía que lanzarme, mientras el caballo caía al  vacío. Mientras Cabalgaba de lado, estaba colgando sobre el precipicio y mirando simplemente hacia abajo podía ver la parte superior de la cabeza de John en la cortada más abajo.
La vista es encantadora. Debajo esta Punta Grande, una pequeña península rocosa con unas cuantas casas sobre esta y una bahía a cada lado, encantador verlo desde arriba. Hacia la izquierda está el sonriente valle, cultivado y pacífico. Es maravilloso pensar que esta pared en pendiente es el único camino entre una las partes más populosas de la isla y su capital, Valverde. Es un gran camino en todo sentido de la palabra, y un triunfo de semi-civilizada destreza, habilidad. Cerca de la cima encontramos algunos hombres y mujeres con caballos de carga y mulas, volviendo de Valverde. Todos llevaban largos bastones o pértigas, con los cuales andan. Nos los encontramos donde no había recodo en el camino, por tanto mucho cuidado e ingenuidad es empleado al pasar unos a otros. Mi caballo fue llevado cerca de una roca, y detenido cuando los caballos de carga y mulas pasaban, pie a pie, con extremo cuidado. El calor era terrible, hombre y caballos estaban muy mojados. Fue un viaje espectacular. La Virgen de la Peña, en la cima, se alcanzó a la 3.15 p.m., 2.200 pies sobre el nivel del mar. Así como estábamos parados en la cima, podemos ver inmediatamente el sendero abajo. Empezamos el ascenso sobre Punta Grande, y lo terminamos solo unos cientos de yardas o algo así hacia el norte, por tanto ese sendero zigzaguea entre dos líneas casi perpendiculares. La capilla de la Virgen de la Peña es un pequeño recinto construido y cubierto, con una pequeña imagen de la virgen dentro, adornada con flores. Hay una puerta en la pared, y en esta una rejilla en la cual los caminantes han colocado geranios rojos y pedazos de pino. Solo estuvimos unos cuanto minutos; personas y caballos estaban demasiado acalorados como para permanecer en el viento frio.
Estábamos de nuevo en la llanura que corre de un lado de Hierro al otro. El país es tolerablemente llano aquí, y bien poblado para esta isla. Las casas son de techo de colmo, y parecen bastante buenas  y las granjas espaciosas. Cruzamos un barranco que era una inmensa roca, en la cual una acanaladura había sido cortada por el agua. Numerosos pájaros moteados de marrón con el pecho gris claro, volaban alrededor. Los hombres de esta parte no eran tan morenos como los del Golfo, y llevaban más pelo en sus caras, siendo las patillas largas (mutton-chop whiskers) la moda en la isla. La gente es alta, pero despeinada, y este estilo de llevar el pelo les da un aspecto ovejuno, fuera de este mundo. De cara redonda, y como una regla, ambos, hombre y mujeres son de complexión ligera. El cabello no es generalmente negro sino castaño oscuro. Son amables y agradables en las maneras, y bastante capaces para ver y apreciar la broma. Ellos no son tan graves como los tinerfeños, de lo cual diría que queda más sangre guanche sin adulterar en Hierro que en Tenerife.

La Montaña de la Torre, enfrente de nosotros parece un pedazo de papel que ha sido aplastado y estrujado. Cerca de esta encontramos la ajedrea de invierno (satureja montana), llamada por los nativos albahaca. Algunas casas cerca conocidas por el nombre de Casas del Monte, llegamos aquí a las 4.30, y nos encontramos una altitud de 2000 pies, por lo tanto hay poca variación en la llanura. Una familia entera estaba fuera, entretenida en ocupaciones domésticas, componiendo un cuadro. Las mujeres y las chicas estaban cosiendo y los hombres y chicos cortando madera y haciendo escobas. Mas adeleante pasamos San Pedro y Mocanal, formando un gran pueblo. Cerca pasamos un puente sobre un barranco, en el cual se grabó una inscripción, que dice se construyó en 1855 y dando los nombre de los alcaldes en Tenesedra. Una cruz, por supuesto, remata la inscripción. Aquí, una casa tiene un curiosa decoración en mortero a lo largo de la pared, como un friso.
Un campo de cochinilla que pasamos estaba siendo cosechado, fin de cosecha. No hay mucha cantidad del feo cactus de la cochinilla en Hierro, por lo que la crisis de la cochinilla no fue muy sentida por los isleños. Por otra parte no hay signo de que la isla se haya beneficiado de la repentina riqueza que la cochinilla trajo al conjunto del archipiélago. No hay obras públicas a medio terminar, y no hay grandes casas cayéndose. Todo es pobreza. Los habitantes son campesinos, y el mejor de ellos no es más que un campesino enriquecido. Muy agradables son, honrados y amables en exceso como las descripciones que leímos de ellos en las pocas frases que contenían en los MSS (*) que se escribió sobre las islas.
Legamos a la falda de la montaña de Tenesedra a las 5.10 p.m., descendiendo de una forma regular, ya que la altura era ahora de solo 1.600 pies. Pasando al lado de un valle cultivado, lo cruzamos. Inmensas higueras abundan por todas partes, calabazas se extienden por el terreno, y las papas se muestran verdes, La cosecha de septiembre, sin embargo, es solo usada para semilla. Este distrito, llamado Calzada de Pinto, tiene mucha tierra de pasto, aunque justo ahora, siendo el final del verano, todo está marrón. La vista se abrió, y vimos Echeydo, un número de casas abrigadas por una colina. Poco después pasamos una cruz encajada en una piedra, Del Calvario (¿Calvario), (21) tanto en cuanto hayamos entendido el nombre, también cerca hay una fuente. Nos percatamos aquí que cuando las cabras están pastando ellas están atadas por una cuerda que corre por un agujero hecho en el cuerno.
Sobre las seis de la tarde nos encontramos una vez más en Valverde, donde el ama de llaves del cura nos dio la bienvenida, y tan pronto como un joven cura entro, cenamos todos.
                            LA IGLESIA DE VALVERDE
Tras la cena nos encontramos que había una especie de tertulia celebrándose en la sala para nuestro beneficio. No sabía quién estaba presente, pero había varios hombres y mujeres, los más respetables evidentemente en Valverde. Estaban ansiosos de saber dónde habíamos estado, y que es lo que habíamos visto en las islas, y por qué vinimos. Ellos consiguieron su información mucho más fácilmente que nosotros la nuestra, porque no sabían nada de lo que queríamos cerciorarnos. Todos estuvieron de acuerdo que todavía había grandes lagartos que se encontraban en la Punta de la Dehesa. Informantes posteriores lo negaron, y como no los vimos, me temo que debemos dejar el asunto donde lo encontramos, envuelto en oscuridad. Algún día espero aclarar esto mediante una inspección personal.
La virgen de la Concepción es la patrona de la iglesia de Valverde. Las pinturas de las paredes son de una tal Marcos Machín, nativo de la isla. El mismo estilo en techo y vigas que existe aquí es como el de la iglesia de San Sebastián, pero esta es más grande. Las capillas laterales, que tienen techos octogonales, con suelos de baldosas rojas y piedras con un patrón cuadrangular, son dedicadas a la virgen del Carmen y S. Agustín. La pintura en el maderaje intenta representar mármol. El coro y presbiterio es pintado para imitar cortinas rojas, y con incierta luz no es una mala imitación.

Una vieja trampilla de madera en el suelo lleva a los sótanos. El cura nos lleva hasta el campanario, donde, además de una campana con una cruz sobre esta, hay también un reloj. Hay una vista de la villa desde algunos viejos balcones fuera, pero, debido a que la iglesia está situada más baja que la casa del cura, tuvimos una vista tan buena desde su azotea.
Habiendo acabado el almuerzo, se nos dijo que el barco saldría pronto así que empacamos y preparamos nuestra salida. Un regalo a nuestra anfitriona de cara radiante era por supuesto no inaceptable, pero recibido a regañadientes.
Despachando la mula de equipajes, procedimos  a pie hacia el puerto a las 10.30. Un ancho y tortuoso sendero de una legua y media nos lleva desde Valverde a su puerto. Uno de nuestros visitantes de la pasada noche nos escoltó una parte del camino. Dos molinos con sus velas bien parcheadas son pasados tan pronto como dejamos la villa.
En seguida el patrón del barco y alguno de sus parientes nos sobrepasa. La mujer lleva un refajo de color rojo bajo una falda con dibujos, la cual estaba cuidadosamente recogida. Una mula nos pasa cargada con varios artículos, entre ellos un gallo atado a un lado cabeza abajo.
El valle cuyo margen pasamos no esta desolado de ninguna manera, esta cultivado, pero carente de árboles. El viento soplaba, siempre sopla aquí,  y el viento atempera el calor del sol.
En este camino esta el cementerio, cerca del más pequeños de los dos molinos. No es grande, y está rodeado por altos muros. Todo los cementerios están cerrados de esta manera, por qué razón no lo sé, a menos que la muerte deba ser escondida de la vista, cualquier cosa que recuerde al hombre la mortalidad, que es particularmente repugnante a su mentalidad. El mar aparece en la distancia, abajo lejos, sin que la costa y roques sean visibles. De repente, sin embargo, el camino cambia bruscamente a la derecha, y bajo nosotros  se presenta el puerto. Esto fue a vista de pájaro, ya que el camino, aunque ahora cerca del mar, estaba a cierta distancia por encima, siendo el descenso inclinado y abrupto. Inmediatamente debajo se presenta una pequeña casa blanca (22), en el margen extremo de las rocas. Una punta rocosa sobresale en ángulos rectos a la costa, formando una bahía de un solo lado. Bajo el abrigo de las rocas, moviéndose calmadamente en su fondeo, esta nuestra goleta. Es una bonita vista, y una de las que  deberiamos recordar, asi que la cámara fue pedida. Como no había sino poco ajetreo de preparativos nos sentamos a un lado del camino y disfrutamos la vista, Hacia el norte puntas rocosas corren hacia el mar, formando innumerables pequeñas bahías. Quebrada y dentada es la costa, los precipicios que guardan la isla de la salvaje furia de un Atlántico desenfrenado.
 
Asi como nos sentamos, la gente nos pasa de dos en dos o de tres en tres, encaminándose por el camino hacia el puerto. Las mujeres, la mayoría, van descalzas, por tanto en lo que se refiere a dedos del pie y uñas rectas, sería el paraíso de un artista. Las idas y venidas de las goleta es el único evento de la semana para los Herreños. Hierro es ciertamente la más solitaria de todas las islas. Raramente el resto del grupo es visible para sus habitantes. Ella está fuera del camino trillado, su comercio es muy pequeño, y su visitantes unos pocos. Se nos dijo por aquellos que conocimos que ninguna persona de habla inglesa había estado ahí antes. El años anterior una señorita francesa y un caballero habían alquilado una goleta y vistitado varias islas, el Hierro entre ellas. Esto es el porque donde quiera que fueramos nos consideraban franceses.
Un descenso de unos cuanto minutos no llevo hasta la playa. Aquí, fuera del viento, y con el calor reflejado por los acantilados, estábamos contentos de refugiarnos bajo una roca, hecho cueva mediante un muro en frente hacia el mar. Las sombras más al interior estaban ya apropiadas por tres mulas. Algunas personas esperaban para embarcar, y muchas más estaban para despedirlas. Una guitarra fue llevada a bordo, también pertrechos para dormir, además de cajas de cada tamaño y forma, pero generalmente pequeñas. Subimos sobre las rocas a una pequeña distancia para subir al bote. Las rocas eran basálticas o traquiticas, y columnares en forma, un poco como la Calzada de los gigantes, siendo los márgenes de las columnas muy dentados. Eran las 12.50 p.m. cuando subimos a bordo. El ancla no fue izada de manera usual, sino acarreada a bordo del pequeño bote por los marineros dsespues que nos dejaran en la goleta. 
Una vez más alzamos velas y nos despedimos de un lugar en el océano que nos ha dado tanto deleite - solitaria, feliz, singular Hierro,

              “consagrada al silencio y al solemne mar.”


              CAPITULO XIII.

              SAN SEBASTIAN-DANZAS NATIVAS.

La fuerza, la industria, y la civilización de la naciones-todo depende en el carácter individual; y la verdadera base de la seguridad social descansa sobre esto. Leyes e instituciones nos son más que su extensión.-   SMILES

                  Si quieres que se haga, hazlo; si no. Delega.-viejo proverbio inglés.

Lentamente holgazaneamos en nuestro viaje de vuelta a Gomera-porque nuestra navegación fue poco más-y teníamos en cada momento la oportunidad de admirar el escabroso perfil de la isla. El hombre que pilotaba era el perfecto ejemplar de los nativos de Tenerife. Su ropa consistía en unos pantalones originalmente blancos, pero parcheados donde hacía falta, una franja de azul oscuro, seis pulgadas de largo por dos de ancho, había sido insertado en la rodilla de la pierna derecha, y detrás parches de azul y blanco ajedrezado, marrón, amarillo, y un punto circular de verde oliva. No era culpable de llevar calzado. Su chaqueta era una blusa azul pálido, parcheada con blanco, su sombrero negro de fieltro, con el centro de la corona abierto al aire. A pesar de este notable atuendo, su cara ovalada, pelo muy corto, negro mostacho, y un delicado cigarrillo entre sus labios, le daba el refinamiento de un caballero, y en cuanto cortesía superaba mucho a esos que se hacen llamar caballeros.
Nos dimos a la vela desde el Hierro en Viernes, Septiembre 28, y era cerca de la tres en punto del sábado antes de que viéramos la cuadrada, blanca fortaleza de San Cristóbal (23). Una fuerte brisa nos cogió ahora, y navegamos alegremente, pero tuvimos que virar por avante (24) varias veces antes de que pudiéramos adentrarnos en la bahía. Hay siempre viento aquí, así que todo el tiempo es posible navegar cerca de la ciudad.
                      -----------------------------------
Mapa de Oliva Stone.

Dudaba si poner el mapa pero observé que el mapa traza los caminos principales de la isla en esa época, interesante, se puede seguir el recorrido aunque estoy un poco perdido en cuanto al camino que tomó para ir a mirador de Las Playas, podría coincidir con la carretera que a dia de hoy existe.
También observar que añadió referencias ella misma, como el lugar por donde pasaba el meridiano, los pozos minerales de Sabinosa y añadió unas rocas fuera del Puerto de La Estaca con una leyenda que dice algo como sunken rocks "rocas hundidas" creo no seguro pues no se puede leer con claridad.

 *Esto es una actualización: leyendo un artículo de la revista Anuario de estudios atlánticos "Fondeaderos y Puertos de la Gomera y El Hierro", descubro que esa zona se llama "Bajo de la Roca Anegada", sitio peligroso pues es una roca a muy poca profundidad. Olivia Stone las añadió al mapa, y tradujo el nombre literalmente "Roca hundida", ya en castellano es dificilillo el término.